lunes, 22 de enero de 2018

Stavros #1 (Policial): La lucha Antidroga



Las redes de droga en lo profundo de la ciudad, oscura, sucia y llena de personajes insignificantes.

Cuando llegaron a la vieja casa de ese sector abandonado la puerta estaba semiabierta. El comisario Stavros la empujó cautelosamente con su revólver mientras el detective Fredes, también armado, esperaba detrás. Luego de ingresar con sigilo observaron que el desorden era reciente; el alcohol apenas había parado de esparcirse por el piso y se había mezclado con la sangre de los dos cuerpos masculinos que yacían en el centro de la habitación y que a simple vista evidenciaban una ejecución certera y contundente a balazos. A una seña de Stavros ambos policías recorrieron el resto del lugar y al cabo de un minuto regresaron enfundando sus armas. Esta vez pudieron recorrer el escenario con más calma: no había otro mobiliario que un par de sillas y una mesa de centro junto a un gran sofá marrón apoyado contra la pared. Esparcidos sobre esta mesa y también por el piso y los cuerpos, restos de polvo blanco de la mercancía que ya no estaba. Sólo para tener certeza absoluta, el detective Fredes se agachó y pasó el dedo por el piso.

—Una quitada o una venganza —elucubró luego de revisar su mano—. En ese mismo orden.

—Hace diez minutos, máximo —agregó Stavros con resignación—. Suficientes para desaparecer en este sector de la ciudad.

Se acercaron al primero de los cuerpos y se quedaron observándolo; tenía los ojos abiertos pero inertes y un agujero en la parte superior de la frente.

—Es Carvajal —confirmó Fredes, e hizo una pausa contemplativa—. Dos años detrás de este hijo de puta —agregó después con desprecio—. Es bueno saber que le dieron lo suyo.

Pero luego, al desviar su mirada al costado, notó algo en el otro sujeto cuyo rostro se escondía bajo una capa de sangre.

—¿Comisario? —llamó con asombro. Ambos rodearon el segundo cuerpo—. Es Ordoñez —señaló—. Carlo Ordoñez, su informante.

Stavros se acercó con mirada fría y luego de reconocerlo asintió con igual semblante.

—Supongo que tendré que buscarme otro —fue todo lo que dijo casi con indiferencia.

—Carajo —masculló el detective.

—Pide una ambulancia, Fredes —ordenó el comisario—. Diles que son dos para la morgue. Y avísale al resto de la policía.

El detective echó una última mirada a los dos sujetos en el piso y salió de la casa. El comisario Stavros, en tanto, se quedó de pie observando el lugar con extraña impaciencia. Esperó un poco antes de acercarse e inclinarse junto al cuerpo de Ordoñez. Algo dubitativo al principio, y luego con resolución, empezó a registrarlo buscando algo en los bolsillos de la camisa y la chaqueta hasta que, de súbito, su mano se detuvo, atrapada entre los dedos de Ordoñez que exhaló un alarido agonizante envuelto en un chorro de sangre. Stavros profirió un grito de horror dando un salto hacia atrás que lo hizo caer sentado. Se levantó con rapidez y se quedó respirando agitadamente.

—¡Mierda, Ordoñez! —soltó aún sin salir de su estupor—. ¡Se supone que estabas muerto! —exclamó con asombrosa familiaridad y una sincera contrariedad. Luego revisó la puerta de entrada, por temor a que alguien más pudiera verlos; acto seguido regresó con su improvisado acompañante, que no le quitaba la vista de encima aunque no podía articular una sola palabra; intentó ponerse de costado para escupir el resto de sangre que le bloqueaba la garganta pero Stavros lo empujó con el pie y lo dejó nuevamente de espaldas contra el suelo, provocándole otro quejido de dolor. Luego el comisario reanudó el registro anteriormente interrumpido.

—Sabes por qué lo hice, ¿no es cierto? —le decía Stavros mientras lo revisaba hurgando en los bolsillos de sus pantalones. Bajando al tobillo derecho descubrió una pistola pequeña escondida dentro del calcetín—. Les dije a esos idiotas que te revisaran bien —se quejó con descaro. Guardó el arma y se puso de pie. La expresión del comisario en ese momento era la de quien se hallaba en un problema tan inesperado como indeseado.

—Teníamos un trato, ¿te acuerdas? —dijo después, mientras se paseaba inquieto—. Yo te daba las armas y tú me dabas los traficantes.

Después miró nuevamente hacia la entrada y, ya tomando una decisión, se le acercó y lo presionó con su zapato en el cuello, provocando que Ordoñez soltara una exhalación gutural casi inaudible.

—Pero quisiste traicionarme —agregó con desprecio—. Tú, cobarde —y presionó más fuerte mientras Ordoñez hacía débiles intentos con sus manos por liberarse de aquella horrible agonía—. ¿En qué estabas pensado?... —siguió reprochándole el comisario con una consternación que le daba un semblante enfermizo. Lo miró con atención—. ¿Yo me iba a la cárcel y tú a un programa de protección a testigos?...

Stavros sonrió irónico. Negaba nerviosamente con la cabeza. Se inclinó aún más sobre el cuerpo de su víctima.

—¡No podías sacarte este problema de encima! —exclamó—. ¡Un pobre diablo como tú no tiene esa alternativa! —y se señaló con un par de palmadas en el pecho—. ¡Yo era tu única opción!

Sin siquiera notarlo sacó su pie del cuello de Ordoñez y lo dejó respirar por unos segundos, aunque estaba claro que se trataba sólo de las exhalaciones de un moribundo. Absorto en sus cavilaciones, Stavros murmuraba maldiciones pero desde un comienzo ya sabía cómo terminaría aquella escena: respiró hondo y miró a Ordoñez con una expresión de falsa lástima que éste auguró como su final, así que volvió la mirada hacia el techo y cerró los ojos, antes de que el zapato de Stavros volviera y terminara por ahogarlo.

—Piensa positivo, Ordoñez —le dijo el comisario cuando ya no sentía resistencia alguna bajo su pie—. Te vas a ir directo al cielo… por ingenuo.

El detective Fredes regresó cuando nada hacía sospechar aquel suceso reciente. El comisario Stavros se veía tranquilo, con cierta sensación de alivio. La autopsia revelaría que Carlo Ordoñez murió por asfixia; pero quién carajos iba a sospechar del comisario estrella de la lucha antidroga.

FiN

#relato

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Dónde Está Rubén Cruzat (Relato Policial)

¿DÓNDE ESTÁ RUBÉN CRUZAT? Parte 1 El autobús había volcado de costado y se encontraba a unos doscientos metros fuera de la carr...