jueves, 8 de marzo de 2018

Golpe de Suerte (Relato Legal)


—¿Pueden por favor los abogados acercarse al estrado? —solicitó el juez Opazo haciendo una seña mientras revisaba los antecedentes que tenía a la vista.

Inocencio Duarte y Carlo Viale se ubicaron al frente del gran mesón, cada uno con su respectiva carpeta. Se miraron con recelo.

—Es una demanda por medio millón de dólares —comentó el juez Opazo con la vista en los antecedentes que tenía a mano.

—Incluye daño moral, su señoría —se apresuró a aclarar el abogado Duarte.

—Los daños que sufrió la demandante fueron cubiertos en forma íntegra por la aseguradora —repuso el abogado Viale con seguridad—. La empresa siempre estuvo a la altura de la ley.

El abogado Duarte sacó con presteza unos papeles de su carpeta que dejó a disposición del juez.

—En el informe del médico psicólogo —dio a conocer— es posible confirmar un estado de angustia emocional y depresión severos —Y sacó más papeles que dejó en el mesón—. Esta es la lista de remedios con su respectiva receta.

—¿Cuál es su argumentación, abogado? —le preguntó el juez Opazo.

—Es una escalera antigua en un edificio antiguo —replicó de inmediato el abogado Duarte—. La caída de mi cliente era previsible en esas condiciones y la empresa no hizo nada por evitarlo. Puede que el daño físico esté cubierto, pero se niegan a responder por el daño moral que le provocó a mi cliente y por el cual exigimos que se le indemnice.

—A lo más fue una caída fortuita —contrapuso el abogado Viale—. No tuvo nada que ver el estado de la escalera.

—Una escalera que no se ajusta a los requerimientos legales. Es de mármol y altamente resbaladiza.

—Se mantiene limpia y seca todos los días.

—La ley exige el uso de antideslizantes que la escalera no tenía. —El abogado Duarte sacó más hojas de su carpeta con algunas fotografías adosadas y las dejó sobre el mesón. El juez Opazo les echó un vistazo de mala gana.

—¿La escalera tiene antideslizantes? —inquirió este al abogado Viale.

—Es antideslizante en sí, para ser más precisos, su señoría.

—El abogado de la empresa miente —acusó con descaro Inocencio Duarte.

—Quiero disculparme, su señoría —dijo el abogado Viale un poco hastiado—, por hacerle perder el tiempo en este asunto que no tiene ni siquiera un poco de seriedad —Sacó unos papeles y los puso sobre el mesón—. Obviamente mi colega no se dio el trabajo necesario para respaldar con más detalle sus pretensiones.

—¿De qué está hablando?  —soltó el abogado Duarte con una sonrisa desconfiada y frunciendo las cejas—. Es una escalera altamente peligrosa y se puede comprobar a simple vista en las fotografías.

El abogado Viale lo miró y decidió mandarlo al diablo en ese preciso instante.

—Entones dígame cuál es el coeficiente de fricción de la escalera.

—¿Perdón?

—Si usted dice que la escalera necesita antideslizante es porque su coeficiente de fricción es por lo menos riesgoso.

—¿Coeficiente de fricción? —intervino el juez Opazo.

—Es la fuerza necesaria para que dos cuerpos en contacto se deslicen en direcciones opuestas —aclaró el abogado Viale—. Mientras menos fuerza se necesite, más riesgosa es la superficie. La ley exige usar antideslizantes cuando el nivel de fricción para pisos mojados es igual o menor a 0,5. —Volvió con el abogado Duarte, cuyo rostro confundido revelaba ignorancia supina del tema—. Le pregunto ahora, ¿cuál es el coeficiente de fricción de la escalera?

Atrapado en esa inopia desagradable, el aludido no respondió. Se preguntaba si su contrincante estaba al tanto de aquello en la reunión previa que habían sostenido el día anterior, aunque tratándose de un abogado corporativo lo más probable era que no, pues uno de sus deberes era precisamente alejar a la empresa de los conflictos judiciales, a diferencia de un abogado particular como él, que podía facturar más si lograba hacer avanzar la demanda. El juez Opazo sintió que sus sospechas se habían confirmado y lanzó una mirada severa al abogado Duarte, que maldijo para sus adentros y oprimió los labios con fuerza. El abogado Viale, por su parte, lo miró también con cierto aire despectivo y luego se dirigió al magistrado:

—Su señoría, el departamento de prevención de riesgos de nuestra empresa mantiene un control estricto de nuestras instalaciones —Señaló las hojas que acababa de entregarle—. En ese informe se confirma que el coeficiente de fricción de la escalera es de 0,6, lo que significa que no necesita instalación de antideslizantes.

—¿Presentó usted algún documento que refute este informe, abogado? —preguntó el juez Opazo al abogado Duarte, que empezaba a acalorarse con rapidez, sintiendo que el barco se hundía sin remedio y que había llegado el momento de buscar una salida digna, mientras su cliente no paraba de moverse incómoda por la picazón del yeso, sin entender un carajo de lo que se hablaba en la sala.

—Estoy dispuesto a llegar a un acuerdo —balbuceó el abogado demandante a modo de respuesta, acudiendo a la estrategia clásica del que se ve contra las cuerdas.

—No puede haber acuerdo si no hay controversia —dijo de inmediato el abogado Viale—. El daño físico fue cubierto por el seguro y no se cuestionaron las medidas de seguridad de la empresa, y no habiendo tampoco perjuicio reprochable, no hay ninguna obligación de reparar ese pretendido daño moral.

—Pero hay cuentas por pagar; remedios, el médico…

—Tome asiento, Viale —dispuso tajante el juez Opazo. El abogado de la empresa asintió y caminó a un escritorio cercano. A continuación, el magistrado le hizo una seña al abogado Duarte y éste se inclinó sobre el mesón hasta que ambos estuvieron lo suficientemente cerca para que nadie los escuchara.

—Estoy harto de sus casos de mierda, abogado —le espetó el juez sin ninguna consideración—. Si espera dar un golpe aquí, por qué no mejor se lo da en la cabeza y termina de hacerme perder el tiempo.

—Su señoría… —esbozó el letrado con una sonrisa lastimera, pero fue interrumpido de inmediato.

—Escúcheme bien, mediocre —le advirtió el juez entre dientes—, a la próxima que vuelva por mi tribunal rondando como un buitre, me voy a encargar personalmente de ponerlo en evidencia ante todo el tribunal y la Corte de Apelaciones como el abogaducho que es, ¿le quedó claro, mercachifle del carajo?

El abogado Duarte se quedó mirándolo por un instante, con la boca semiabierta, como si le costara procesar la humillación de que estaba siendo objeto. Cuando lo comprendió por fin, respiró hondo, asintió con vergüenza, tomó sus papeles y se largó de la sala sin siquiera despedirse. No quería evidenciar con aquello que su comportamiento hubiese experimentado alguna especie de redención; también sabía que no era esa la intención del juez al confrontarlo. Simplemente tendría cuidado de no volver a cruzarse con él en una próxima oportunidad.

Su cliente, en tanto, aún en la silla de ruedas, seguía sin entender qué estaba pasando.


FIN

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Dónde Está Rubén Cruzat (Relato Policial)

¿DÓNDE ESTÁ RUBÉN CRUZAT? Parte 1 El autobús había volcado de costado y se encontraba a unos doscientos metros fuera de la carr...